TEATRO
Cachafaz, arrabalero y comilón en varios sentidos de
la palabra, volvió al escenario en una versión graciosa, irónicamente
patriótica y poética. Los versos de Copi, que eligió dos guapos y un
conventillo para representar la subversión de los géneros sexuales y
literarios, suenan vigentes y delirantes otra vez.
Por Adrián Melo
LA FLOR DEL ARRABAL
En esta nueva y celebrable versión de uno de los textos más
subversivos y cuestionadores tanto de los géneros sexuales como de los
géneros literarios,
la directora Tatiana Santana optó por una agradable música en vivo ideada por Rony Keselman e interpretada por Joel Maiante
(guitarra), Pablo Martínez (percusión) y Eugenio Sánchez (clarinete),
que en principio recibe al público con una suave melodía y acompaña
luego al ambiente carnavalesco y de candombe, de fiesta de locas que
impregnan la obra. Los coros, que cumplen funciones semejantes al coro
de la tragedia griega, cantan y realizan coreografías que contribuyen al
ascenso climático. Claudio Pazos interpreta a una Raulito graciosa,
tierna y enamorada, Emilio Bardi es un vagabundo de gran carisma; y la
pareja transmite el humor, las denuncias de la pobreza y la
marginalidad, de la mano de la celebración de la vida
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