sábado, 14 de octubre de 2006

"VIAJEROS DE LA MESA"

Viaje al país de la fantasía


Sábado 24 de agosto de 2002
Platea infantil / Escenario imaginario



"Viajeros de la mesa" . Texto y dirección de Rony Keselman sobre una idea original de Miguel Rur. Música: Marcelo Moguilevsky, Marcelo de Bonis y Rony Keselman. Escenografía y vestuario: Néstor Segade y Miguel Rur. Títeres: Roberto Docampo, Claudia Dallarosa, Néstor Segade. Sombras: Liv Schulman. Coreografía: Mecha Fernández. Luces: Oscar Canterucci y Rony Keselman. Teatro del Pasillo, Colombres 35, sábados, a las 15.



Nuestra opinión: bueno



En el escenario aparece el viajero. Viste un largo piloto como si fuera un personaje-héroe al que se le ha encomendado una misión. Lleva un libro en la mano que al parecer le da instrucciones para un viaje, ya que lo que él lee se escucha en off. Las indicaciones son complicadas y demandan concentración. Debe sortear obstáculos, evitar peligros, desviarse de caminos, saltar zanjas, todo dentro del imaginario terreno que está en el escenario. En un momento usará dos sillitas como zancos, y amarrando sus pies a ellas atravesará otras zonas de riesgo. Hasta que finalmente sube a la gran mesa (extensa, pero baja) y se despide del piso. Todo es muy ritual, pero crea una tensión interesante que es bien seguida por la platea. Entre las consignas figura cantar y bailar. Ahora, de pie sobre esa mesa, surgen posibilidades de invención y juego. Personajes fantásticos aparecen, el viajero está en un mundo maravilla. Con movimientos que casi no se advierten, muy medidos, arma un retablo donde inmediatamente intervienen los personajes, como si él hubiera mágicamente penetrado en su mundo. Los títeres desarrollan el drama de Catalina y Ruperto, que es una historia de amores y desencuentros. Pero el libro le da otras tareas a su lector, donde aparecen canciones que se extienden demasiado, explicaciones que van más allá de una consigna específica y toman el cariz de enseñanza. En ese momento, lamentablemente, el espectáculo se vuelve discursivo y pierde el contacto que tenía con la platea. La instancia siguiente apunta a un resumen de la experiencia mediante un teatro de sombras. El viajero sigue en interacción con varios personajes hasta que decide intervenir y ayudar a los pequeños protagonistas del drama sentimental, los títeres Catalina y Ruperto. Finalmente, como si se hubiera tratado de un viaje de iniciación, el lector-jugador-viajero escucha que ha logrado su objetivo. El espectáculo es original y tiene momentos de magia, pero pierde a veces el ritmo, se extiende en palabras y no se suelta en el humor y la travesura como podría hacerlo. Hay una especie de timidez, de traba en la acción y conspira contra la atención. Dos cosas son interesantes de esta fantasía: por un lado, el concepto del libro como clave y vehículo para llegar al país de la fantasía. Y por otro, el juego con el piso, al que hay que dejar en un momento dado para realmente entrar en el mundo maravilloso donde todo puede ser.



Ruth Mehl



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