jueves, 9 de noviembre de 2006

EMPIEZA EL SEGUNDO CICLO DE TEATRO ITINERANTE

El 20 de octubre comenzó la segunda fase del año de un ciclo que recorre clubes de los barrios porteños ofreciendo al público obras de teatro. Durante ocho semanas, todos los viernes, sábados y domingos se presentarán ocho elencos en seis sedes con espectáculos para público infantil y adulto. La entrada es libre y gratuita.
Hasta el domingo 10 de diciembre estará en escena uno de los programas más exitosos de la agenda cultural de Buenos Aires. Se trata del segundo ciclo del "Teatro Itinerante", que tendrá lugar durante ocho semanas, todos los viernes, sábados y domingos, con ocho elencos que rotarán por seis clubes sociales y deportivos. Una vez más, "Teatro Itinerante" ofrecerá en los barrios porteños una serie de espectáculos de calidad para público infantil y adulto, con entrada libre y gratuita.

Los eventos se realizan en la Asociación Cristiana de Jóvenes, el Club Atlético Chacarita Juniors, el Club Atlético Vélez Sársfield, el Club Ciudad de Buenos Aires, el Club Franja de Oro y en la Sociedad Hebraica Argentina. Habrá 8 obras de teatro que rotarán por las seis sedes, ofreciéndose en total 48 funciones gratuitas.

La programación de espectáculos para niños presenta Derechitos, comedia musical de Claudia Silva con dirección de Marcela Rodríguez Blanco y Claudia Silva; A las cuatro, comedia musical escrita y dirigida por Mecha Fernández y Rony Keselman; Aguante La Odisea, comedia musical de Adela Basch con dirección de Alberto Rubinstein, y José de San Martín, caballero del principio al fin, comedia histórica para niños escrita por Adela Basch y dirigida por Pablo Machado.

Las entradas se pueden retirar con una hora de anticipación. Las localidades son limitadas de acuerdo a la capacidad de cada sala.

La programación es la siguiente:

En la Asociación Cristiana de Jóvenes, Reconquista 439.24-11
a las 18:00 A las Cuatro Infantil 01-12

En el Club Atlético Chacarita Juniors, Teodoro García 355010-12
A las Cuatro Infantil 29-10

En el Club Ciudad de Buenos Aires, Av. Del Libertador 7501.19-11
a las 18:00 A las Cuatro Infantil 09-12 En en Club Franja de Oro, Av. Amancio Alcorta 3960.26-11 A las Cuatro Infantil 10-12

En la Sociedad Hebraica Argentina, Balvanera Sarmiento 223311-11
a las 18:00 A las Cuatro Infantil 02-12







“La danza lucha contra el prejuicio”
Jueves, 03 de Agosto de 2006
cinco espectaculos infantiles realizados por coreografas

A todo vapor, El redondel, La Cenicienta, Amorcitos y A las cuatro buscan “formar espectadores de danza”, demostrando que no todo en el género infantil pasa por el texto o el humor.

“El ballet es un arte que no tiene texto, que apela a lo visual. Y los niños se quedan fascinados.”
Subnotas

Por Alina Mazzaferro
Entre el abanico de obras para chicos que ofrece la cartelera porteña en estas vacaciones, hay un grupo de espectáculos que se destaca entre esa montaña homogénea de ofertas. Se trata de propuestas basadas en el movimiento, a cargo de directores coreógrafos: A todo vapor, de Teresa Duggan, El redondel, de Patricia Dorín y Marta Lantermo, La Cenicienta, ballet adaptado por Liliana Belfiore, Amorcitos y A las cuatro, ambas de la dupla Mecha Fernández-Rony Keselman, son algunos de los títulos que dejan la palabra en segundo plano para comunicar y divertir a través del cuerpo. Reunidos por Página/12, Duggan, Belfiore, Fernández, Keselman, Dorín y Lantermo –quienes se reconocen como “pioneros” en este fenómeno infantil/coreográfico– intercambiaron sus experiencias y encontraron que trabajan con objetivos comunes: todos intentan ofrecer espectáculos “que no caigan en la fórmula”, conformados tras un proceso de investigación, “sin subestimar al público infantil” y para todas las edades (“entretienen también a los padres”, dicen ellos), ya que “cada cual hará su lectura de acuerdo con sus posibilidades”. Y, detrás de la misión de brindar entretenimiento, al cabo subyace una más profunda: “Formar espectadores de danza”, disciplina respecto de la cual encuentran que “hay mucho prejuicio, sobre todo en el público adulto”.
Teresa Duggan es coreógrafa y hace tiempo que viene trabajando junto a grupos infantiles como La Pipetuá, Al Tun Tun y 5Encantando. Un día tuvo la necesidad de hacer su propio espectáculo para chicos, basado en el trabajo corporal y su relación con diferentes objetos. Así nació A todo vapor, la historia del trencito Zig Zag que recorre un mundo de países imaginarios al ritmo de Puccini, Strauss y Tchaikovski. “Uso música clásica porque transporta a los chicos y a los grandes a lugares inesperados y, al mismo tiempo, comprobados, porque por algo son clásicos”, explica la creadora. También Liliana Belfiore recupera la música y la danza clásica en La Cenicienta, un ballet en el que –para facilitar la comprensión de quienes nunca han visto tutús ni chicas sostenidas por zapatillas de punta– los personajes hablan y cantan. “La coreografía es la de Petipa adaptada”, comenta la directora. “Mi versión para niños está ejecutada por chicos y adolescentes, alumnos de mi escuela (Michel Borovsky) y algunos bailarines invitados, como el primer bailarín Pablo Aguilera”.
Si Belfiore trabaja para acercar a los más bajitos a “la magia del ballet”, Patricia Dorin y Marta Lantermo intentan introducirlos a la danza contemporánea. En El redondel, las bailarinas –miembros de la compañía de danza de la UBA– trabajaron con pelotas, rodillos, objetos inflables y aros de grandes dimensiones: “Fue como jugar en un pelotero para grandes”, afirman las creadoras, que consideran que la capacidad de juego “no es sólo de los chicos”. De forma similar, Rony Keselman y Mecha Fernández se abocaron en 2002 a crear una obra “teatral-corporal-musical” y así nació Amorcitos (que actualmente sigue en cartel, ver aparte). Una vez que encontraron un lenguaje común, la coreógrafa y el director se embarcaron en A las cuatro, una pieza que, a través del movimiento, recupera en cuatro cuadros las diferentes esferas de la vida que pueden ser organizadas “de a cuatro”, como las estaciones, los puntos cardinales o las etapas biológicas del ser humano. “Fue un trabajo muy largo y arduo, pero si uno quiere investigar nuevos movimientos eso lleva tiempo”, explican los creadores.
–¿Qué elementos debe tener una obra coreográfica destinada a los niños? Por ejemplo, ¿es el humor indispensable?
Marta Lantermo: –El humor es un condimento interesante para los chicos, pero no indispensable. Nosotras en El redondel trabajamos con escenas de abstracción pura: eso no da risa, pero los chicos quedan como hipnotizados.
Patricia Dorín: –Hay mucho prejuicio con respecto al teatro para niños. Se cree que debe tener ciertos condimentos, determinado tipo de música. Pero yo no creo en las recetas.
Rony Keselman: –Nosotros hicimos un cuadro sin música. Los chicos vienen muy sobreestimulados por sonidos; entre tanta polución sonora, hacer esto fue todo un desafío.
Teresa Duggan: –También hay mucho prejuicio con respecto a los espectáculos sin texto. A todo vapor está basado en imágenes, movimiento, poesía; la palabra no hace falta.
Liliana Belfiore: –El ballet es eso: un arte que no tiene texto, que apela a lo visual. Y los niños se quedan fascinados con ello.
Mecha Fernández: –Sin embargo el ballet no tiene un texto parlante, pero sí una narración...
–Teniendo en cuenta el proceso corriente en los espectáculos infantiles, ¿fue necesario diseñar una historia, con una moraleja, durante el proceso de trabajo?
L. B.: –En los cuentos tradicionales como los yo que trabajo la moraleja siempre está. En La Cenicienta el mensaje es esperanzador: ella espera que su circunstancia cambie y logra cambiar su destino.
R. K.: –Nosotros creamos una historia con un conflicto. Lo interesante acerca del mensaje o las moralejas es ver cómo, sin buscarlas, se encuentran. Cuando terminamos de montar A las cuatro nos dimos cuenta de que estábamos hablando de los miedos, sin habérnoslo propuesto.
–¿Consideran que están formando futuros espectadores de danza?
M. L.: –Sí. La gente tiene bastante prejuicio con la danza. Si es danza “es para nenas y es aburrido”. El público de la danza sigue siendo reducido. Es bueno que la gente vea el espectáculo, se dé cuenta de que es danza y le guste. Significa abrir el camino, ampliar la base, para que los niños crean que ir a ver teatro, música o danza es igual de interesante.



Los chicos del musical hacen reír
Lunes 17 de Abril de 2006
"Dos de oro". Idea y guión: Oscar Lajad, Mariano Rey y Rafael Monti. Dirección de actores: Darío Petruzio y Rony Keselman. Dirección general y actuación: M. Rey y O. Lajad. Arreglos musicales: Gustavo Calabresse. Coreografía: O. Lajad. Luces: D. Petruzio. Vestuario: Flavio Mendoza. Marionetas: Inés Castro. Producción ejecutiva: Guadalupe Bervih. En la Sala Colette, del Paseo La Plaza, los viernes, media hora después de la medianoche.

Nuestra opinión: bueno

Aquellos que frecuentan cuanto musical se estrena en Buenos Aires prácticamente ya conocen cada rostro y cada nombre de aquellos artistas que se repiten en cada uno de ellos tanto como coreutas como en eventuales roles de reparto o protagónicos, según el caso. Oscar Lajad y Mariano Rey tienen un background importante en el género (sobre todo, el primero), pero siempre entre la multitud de talentos (aunque se los vio brillar el año pasado en "Houdini"). Lo grato de este espectáculo es encontrarse con la certeza de que estos dos jóvenes actores-cantantes-bailarines tienen talento de sobra. Es muy placentero toparse con un show así, que muestre más de cerca y en forma más auténtica el talento, ya que las grandes obras sólo los muestran en masa. Uno puede imaginarse los momentos interesantes como éste, que podrían brindar todos sus colegas del género. Humor y música "Dos de oro" no es un espectáculo con un argumento ni un hilo conductor. Son cuadros musicales de humor bien hilvanados, sin siquiera la necesidad de puentes o excusas. El ritmo impuesto desde la concepción es tan bueno y ágil que se vuelve una ametralladora de gags, cuadros coloridos, baile, canciones y buenas ideas. Casi todos los temas musicales son creaciones propias, con partitura muy bien compuesta por Gustavo Calabrese y letras ingeniosas de Lajad y Rey. "Winners metrosexuales", "Alelí", "Robertito" y "En busca del niño interior" son los mejores momentos. Pero el más desopilante es el de las marionetas, realizadas con el cuerpo de los muñecos colocado bajo el rostro de los mismos actores, vestidos de negro (tantamaresca). Tanto el texto como la composición son desopilantes. Pero todo se empaña un poco con algún cuadro vulgar como "Indio Toba", muy lejos del nivel del resto del show. Seguramente ningún descendiente de aborígenes o habitante de las provincias del Norte se sentirá cómodo con esta parodia algo xenófoba. Las coreografías de Lajad tienen buen despliegue y creatividad en el pequeño espacio. Sin ser sofisticadas, son ricas en variedad de movimientos. Por su parte, es un gran mérito la dirección actoral de Rony Keselman y Darío Petruzio. Dos talentos Ojalá aquellos que producen grandes musicales se fijen un poco más en estos dos talentosos artistas. A diferencia de muchos bailarines del género, que caen en facilismos y no son muy hábiles en la expresión, tanto Lajad como Rey se mueven con absoluta seguridad y oficio en el café concert. No le temen al micrófono y demuestran un histrionismo que el público agradece. Asimismo, ambos equilibran muy bien la escena, no sólo por tener una gran conexión, sino por ser bastante distintos en la composición. La expresividad de Mariano Rey le pone una chispa especial al show: la juega de pícaro y le sale muy bien. Entretanto, Oscar Lajad es muy hábil en la composición y, por momentos, sin hablar, sólo con un gesto o una mirada, despierta carcajadas. Ambos son muy buenos cantantes y alcanzan un momento brillante en la versión milonguera que hacen de "Fiesta", de Raffaela Carrá.

Pablo Gorlero
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Mística porteña, en marionetas

LA NACION:

"Bar Tango" . De Beatriz Pustilnik, Rony Keselman y Miguel Rur. Dirección general: M. Rur. Elenco: Sandra Antman, Mario Marino y M. Rur. Música: Marcelo Moguilevsky. Diseño y realización de títeres: Roberto Docampo. Realización de utilería: May Zanone y Sebastián González. Luces: Oscar Canterucci. Producción: Compañía Buenos Aires Títeres. En el Teatro del Pasillo, Colombres 35. Sábados, a las 21. Duración: 45 minutos.
Nuestra opinión: muy bueno

Un teatro de barrio es el ámbito ideal para esta pequeña joya que intenta homenajear la magia de la bohemia tanguera y porteña a través de estampas provistas de poesía y ternura. La vieja, el tango, los amurados, los sátrapas de empedrado y el club de barrio son parte de esta sucesión de cuadros generadores de sonrisas. Sandra Antman, Mario Marino y Miguel Rur no sólo participan como actores, sino también manipulando títeres y marionetas de distinto tipo y textura. De este modo, la interpretación se vuelve doble, ya que todos los personajes tienen mucha expresividad. Todo transcurre en un teatrito de barrio, donde un presentador "de los de antes" hace alarde de oficio frente al micrófono para presentar no sólo a los artistas, sino también a una sucesión de postales de la mística porteña que ofrecen humor y momentos emotivos. Allí están presentes la vedette de varieté o la chica solterona, que sostiene un diálogo, que no se sabe si es mágico o imaginario, con su televisor. Poco interesa. Lo que sí importa es la personalidad de esta percanta. O aquel del tránsfuga vividor que añora a su madre muerta y ella desde algún lugar lo escucha tomándose la cabeza por todo lo que le hizo pasar. Pero los cuadros más logrados son los del hombrecito del bandoneón y los cuadros de familia. El primero es un claro y sencillo homenaje a Aníbal Troilo, que, como en esa célebre caricatura de Hermenegildo Sabat, en la que mostraba sus "alitas", llega volando para hacer un solo de bandoneón, interpretar un tango y emocionar. Es una escena tan chiquita como bella, en la que el querido gordito se va volando, así como vino. En otro segmento, Antman y Marino ponen sus caras en sendos retratos para recrear una historia porteña machista en tiempo de milonga. Es el momento en el que mejor queda plasmado el talento interpretativo de estos actores-titiriteros. Los simples pero efectivos y emotivos textos de Miguel Rur, Rony Keselman y Beatriz Pustilnik se suman a la excelente manipulación de estos expertos titiriteros. La confección de los muñecos tiene mucho mérito en la belleza de este espectáculo. Los personajes son simpáticos y bien realizados hasta el detalle. Una pequeña joyita ideal para sensibles.

Pablo Gorlero
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Cajas llenas de ingenio y humor

LA NACION.com

"Mis cajas". Espectáculo para niños, de Silvia Copello. Música: Rony Keselman. Producción musical: Alejandro Spinelli. Diseño de títeres: Claudia Facciolo. Diseño de luces y operación técnica: Oscar Canterucci. Vestuario y utilería: Silvia Copello. Realización de títeres: Hernán Nocquet. Diseño gráfico: Federico Peterson. Voz en off: Jorge Capussotti. El de la caja equivocada: Oscar Canterucci. Intérpretes: Daniel Ceriotti, Belén José y Alan Stivelman. Dirección: Silvia Copello. En el Teatro del Pasillo, Colombres 35. Sábados a las 16. Entrada: 7 pesos.

Nuestra opinión: excelente

Desde el primer momento, la acción en el escenario provoca una sonrisa que se va a mantener hasta el final, matizada abundantemente por la risa y la carcajada. Inocente, juguetona, absurda, la pieza desarrolla alternadamente sus dosis de juego, picardía y ternura, que surgen de la acción de los tres personajes que se hacen cada vez más queribles. Son como clowns, reaccionan como niños a cada contratiempo, a cada sorpresa, a cada movimiento del otro. Los otros personajes están constituidos por una enorme cantidad de cajas, de distintos tamaños, colores, materiales y comportamientos que crean suspenso y nunca dejan de sorprender. La obra abunda en diversas provocaciones para la fantasía, y con el juego también aparece la magia de una semilla que germina, una noche estrellada o una galaxia, todos surgidos de las cajas. El principal recurso para comunicar esta historia, para tener a la platea de 50 minutos a una hora en tensión, es la gestualidad, la acción de los intérpretes que revelan un excelente trabajo. Simpáticos, sencillos y muy expresivos, comunican una completa gama de emociones, a las que la platea responde con fruición. Es muy refrescante escuchar a los niños reírse, y regodearse con la risa en algunas secuencias. En ningún momento dejan de estar concentrados en lo que les pasa a estas personas y sus cajas. Descubrimientos Se trata de algo muy simple, casi absurdo de puro ingenuo, y sin embargo cada escena abre miradas hacia propuestas de descubrimiento, de acción solidaria, de respeto por lo distinto, de perseverancia, de muchas cosas que se hacen presentes sin necesidad de ser enunciadas. La dinámica de la obra es impecable, no hay baches en el ritmo, el juego se mantiene, generado por el movimiento, el gesto y la música. Se evidencia un trabajo minucioso de sincronización de los movimientos con el sonido, la música es permanente, sube, baja, crea tensión, se pone alegre, apura y se demora como una pauta para este juego de los tres actores que parece una danza. Es interesante ver cómo se ha evitado la tentación de alargar o reiterar recursos muy eficaces. En cambio, de cada caja surge la punta de un mundo, y queda así maravillando e insinuando, y el espectador a su vez se queda con ganas de más. Y eso le da un equilibrio perfecto, un respeto completo a la fantasía y la emoción del espectador, que es tratado como ser inteligente. Muchos de los mundos fantásticos que salen de esas cajas para jugar con la fantasía de espectador son capaces de absorber la historia. Pero se ha mantenido la proporción. El final es muy simpático y despierta cierta ternura, porque en el transcurso de la acción, las cajas se han convertido en personajes y ganado su derecho a saludar.

Por Ruth Mehl

Link corto: http://www.lanacion.com.ar/791641