lunes, 7 de abril de 2008

Un refrescante juego teatral


Platea infantil

De paraguas está llena de guiños traviesos y amables sutilezas

Sábado 5 de abril de 2008 | Publicado en la Edición impresa
Calificación LA NACION:

De paraguas. Libro y dirección: Silvia Copello. Música: Rony Keselman. Coreografía: Mecha Fernández. Luces y sonido: Oscar Canterucci. Intérpretes: Fernanda Gómez, Daniel Ceriotti, Fabián Suigo, Belén Zapiola. En el Teatro del Pasillo, Colombres 35. Sábados, a las 17.

Nuestra opinión: muy buena

Para los adultos, resulta muy divertido encontrarse reflejados en situaciones típicas con esos temperamentales objetos que por más vistosos que se fabriquen responden a caprichosos mecanismos que suelen no funcionar precisamente cuando son reclamados por la urgencia.

Para los chicos, el comportamiento de los paraguas no parece importar tanto como las reacciones de los personajes, atrapados en situaciones diversas. Lo que pasa en la obra es que, mientras la lluvia sigue cayendo, los paraguas, con la gente que los porta, van saliendo y retirándose de escena en un flujo continuado de coreografías que dibujan situaciones mínimas, pequeños cruces de miradas, apenas una o dos palabras, absurdos que no sorprenden demasiado, porque todos están muy ocupados manejando paraguas, como si fueran conductores en una abigarrada carretera.

Todo este movimiento está contenido por la música, enormemente sugestiva y placentera que engarza a los personajes como en una banda de sonido. En los sonidos están los momentos de tormenta, los de calma, los de conflicto, las coincidencias, todo sin pausa.

Complicidad

Para el público, pendiente de este movimiento constante, el espectáculo transmite una profunda y placentera sensación. Como una hora de bienestar regalada desde la armonía del vestuario y los objetos, la de las relaciones, la de los encuentros, y esa función incluyente de la música que parece asegurar que todo estará bien, que todo seguirá bien, porque el juego y la amistad chispean a cada instante, porque lo que viene sólo puede ser igual o mejor

Esa serenidad sin estridencias, que está llena de guiños traviesos y amables sutilezas es, tal vez, uno de los mejores aportes del espectáculo, de un ajustado trabajo actoral que muestra personajes que uno ve sin precisión, como a través de la lluvia, pero que va a recordar porque lo hicieron sonreír.

Por Ruth Mehl