martes, 3 de abril de 2012

El sonido y la furia Comentarios o advertencias breves sobre teatro, espectáculos y demases

Donde viven los monstruos


Cachafaz de Copi. Dirigida por Tatiana Santana.

x Martín Villagarcía

Por fortuna, poco a poco Copi va dejando de ser objeto fetiche de culto para obtener el reconocimiento masivo que necesita y merece. Un primer paso ya lo dio Stephan Druet en 2009 al estrenar Una visita inoportuna en el Konex con Moria Casán a la cabeza del elenco. Ahora le toca el turno a Tatiana Santana con su Cachafaz en el Teatro del Sur.

La obra fue dejada sin publicar por Copi antes de morir y se estrenó por primera vez en París en 1993. Sin embargo, es una pieza clave dentro de su obra (como lo es cada uno de sus cuentos, novelas, cómics, etc.), en tanto establece un diálogo directo con la Argentina que le es contemporánea. Copi escribió Cachafaz nada más y nada menos que en 1981, año en el que, como bien señala Daniel Link, se instala el debate en torno a qué forma estatal y qué lengua le conviene a la nación. Esto es así porque la obra es en realidad un poema escrito en la tradición gauchesca y, como lo exige ese género, hace enfrentar a través de la lengua el orden del estado con el orden de los insurrectos.

Cachafaz (Emilio Bardi) es un delincuente que vive en unión pecaminosa con la Raulito (Claudio Pazos), la loca del conventillo. El contrapunto entre los dos personajes instala un primer debate en torno a la estabilidad de los géneros. En un principio, el híper machismo de Cachafaz contrasta fuertemente con las maneras de la Raulito. Sin embargo, es esta última la que se tiene que poner los pantalones más de una vez para salir a defender lo que es suyo, ante la ley y ante la chusma, mientras que su amante apolilla cómodamente. Por otro lado, la feminidad de la Raulito lo convierte en mujer, al menos a los ojos de Cachafaz, quien se refiere a las otras como “mujeres sin pito”. Juntos deben enfrentarse solos contra todos, en tanto la abyección de su amorío llega a su punto más alto al momento en que matan al milico (Marcelo Lirio) que los viene persiguiendo. Así, la obra se transforma una vez más y adopta un carácter trágico, donde los dos deben afrontar la cólera de los dioses para permanecer unidos.

La puesta de Tatiana Santana es efectiva y captura acertadamente el tono y la lengua de la gauchesca y de Copi. La orquesta de músicos en vivo establece el tono de la obra desde entrada y las actuaciones son impecables, especialmente en el caso de Claudio Pazos en el papel de la Raulito.

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